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—Habla –exclamó Avon intentando disimular el terror que lo invadía.
Maki cruzó los dedos y los apoyó contra uno de sus pómulos.
—Recuerdo bien a Sarbon y al druida, pero en la pasada batalla había un guerrero del que nunca había escuchado. Un guerrero formidable, del cual no sé su nombre.
—¿Qué recuerdas de él?
—Tenía el cabello largo y rojo, blandía un mandoble gigante.
—Nial era su nombre.
—Nial… –susurró Maki mientras el recuerdo del escarmiento que había recibido volvía a su vigilia.
—Era un guerrero muy afamado, es llamativo que no hayas oído hablar de él. Era nuestro campeón.
—¿Era? ¿Está muerto?
—Sí, murió la noche siguiente a la batalla por las heridas que tú le causaste.
—¡Ah! Si hubiese sabido esto años atrás, me hubiese ahorrado muchas noches de rabia y lamentos. Estaba seguro de que aún vivía cuando me marché del bosque.
—Estoy seguro de que a él le alegraría mucho escuchar eso –replicó Avon con tono socarrón.
Una sonrisa perversa atravesó el rostro del mago.
—Qué guerrero formidable era ese Nial, y cuánto me costó abatirlo. Llegué a Eloth ya habiendo escuchado de su gran druida y de Sarbon. Pero para mí era como si ese hombre hubiese emergido de las tinieblas con el único propósito de atormentarme. Aún recuerdo sus azotes y cómo, por un momento, creí que moriría bajo su espada.