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—Pues ya no deberás preocuparte por él. Como dije, murió hace muchos años.

—¿Ha dejado descendencia?

Anticipando las intenciones del hechicero, a Avon se le cerró la garganta. Pero tras un momento de duda, se recordó a sí mismo que debía atenerse al plan que había trazado.

—Dos hijas, Kiria y Azula, y un hijo que ha heredado sus facultades como guerrero, Vricio.

—Ah, de Vricio sí me han advertido, el centauro del norte. Curioso es que sea el hijo del guerrero de cabellos de fuego que aún hoy protagoniza mis pesadillas.

—Vricio es un gran guerrero y un hombre noble.

—Tráeme su cabeza.

—No tengo la intención de convertirme en un asesino para ganarme tu favor.

—Reconvertirte en un asesino, habrás querido decir.

—Como sea, no mataré a Vricio, es un buen hombre.

—Como gustes, entonces te mantendré vivo hasta el final. Te ataré a uno de los pilares del templo y te obligaré a ver cómo arde la Ciudad Gris y cómo bebo la sangre de hasta el último de tus amados niños nórdicos. –El hechicero esbozó la sonrisa más diabólica que Avon jamás hubiese visto–. Tú me conoces bien, Avon, sabes que cumpliré.


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