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—Si ese es el caso, mátame ahora y dejemos de perder tiempo –espetó el druida.
Tras aquellas palabras, Maki permaneció dubitativo durante un instante. En un primer momento se lo vio descolocado por el nihilismo desplegado por el druida. Pero luego estalló en una carcajada.
—Definitivamente sigues siendo el mismo, querido Avon. Llevas otras vestiduras, otros adornos, hasta tus facciones se ven más serenas. Pero es evidente que no has cambiado. Tu impaciencia, tu desdén por la vida, tu arrogancia, todo sigue ahí, intacto. Y a mí no me queda más que admitir que siempre te he encontrado fascinante. Entonces –prosiguió el brujo con un incrementado interés por las intenciones del druida– si no es tu vida la que has venido a intentar preservar. ¿A quién quieres alejar de las garras del destino?
—Pido, a cambio de mis servicios, las vidas de los ancianos, los niños y todos los que no te enfrenten ni te hayan ofendido.
Maki soltó otra sonora y macabra carcajada, aún más visceral que la anterior.