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Como si el cuerpo humano fuera un campo de batalla, en profundo silencio les examinaba el cuerpo con todos sus instrumentos. Se valía del fonendoscopio para escuchar los latidos del corazón y los sonidos de los pulmones, y del otoscopio para examinar el interior de los oídos, nariz y boca. También usaba el famoso esfigmomanómetro, que es el instrumento más común en la medicina actual para medir la fuerza y la frecuencia del pulso, y el manómetro para medir la presión. Ataba un brazalete alrededor del brazo superior del paciente y lo inflaba para estrechar las arterias, cuando estaba lleno de aire, el doctor Darwin colocaba el estetoscopio en el pliegue del brazo del paciente, sobre la arteria braquial. A medida que el aire en el brazalete se liberaba, el primer sonido que escuchaba era el que provenía del estetoscopio, la presión sistólica. Mientras el aire seguía saliendo del brazalete, se alcanzaba otro punto más, cuando el doctor ya no escuchaba sonidos, esto marcaba la presión arterial.

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