Читать книгу La Relación Laboral Especial de los Abogados en Despachos онлайн

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El cliente habla con su abogado y le dice… ¡Perdido, señor… perdido con todos los pronunciamientos… Y aún esta mañana me decíais que mi causa era excelente!… ¡Caramba!… Continúo totalmente dispuesto a defenderla si quiere usted apelar…; pero le prevengo que en la Audiencia no lo haré por menos de cien escudos… Un abogado habla con un colega y le dice… No dejéis de replicarme, yo os contrarreplicaré. Eso nos permitirá pasar al cobro a nuestros clientes dos defensas más… Un abogado razona para sí mismo, en baja voz… Decididamente parece que mi granuja es un gran criminal… Tanto mejor… ¡Si consigo que sea absuelto, qué gran honor para mí!…

Los refranes populares son también inclementes con los abogados, tal y como ejemplifican estas pocas muestras entre muchas otras análogas… témele a un abogado más que a un dolor de costado… abogado muy ladino, gusta más de andarse por trochas que por caminos… abogados en el lugar, donde hay bien meten mal… los abogados hacen a dos manos, a moros y a cristianos… abogado madrigado, hombre de cuidado… un abogado en el concejo hace de lo blanco negro… Y lo cierto es que el lenguaje popular no ha pasado por alto la dimensión peyorativa del oficio y así se han formado las palabras abogadear (ejercer la profesión indignamente), abogaderas y abogaderías (argumentos capciosos), abogadil y abogadesco (perteneciente a los abogados), abogadillo (abogado de poco respeto) y abogadismo (protagonismo de los abogados en asuntos impropios de su oficio).

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