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Para acercarse al análisis de las fluctuaciones españolas conviene, ante todo, identificarlas con algo más de precisión de lo que hasta ahora se ha hecho, lo que hace necesario comparar el aumento del PIB real con el del PIB potencial, es decir, con el que describe la tendencia de la oferta agregada a largo plazo, guiada por el aumento de la población activa y la productividad. Las diferencias entre las sendas de avance del PIB potencial y real (output gap) deben atribuirse a los shocks transitorios antes aludidos, que apartan a corto y medio plazo al PIB de su senda de largo plazo, a veces acelerando su avance, y otras, ralentizándolo. Como consecuencia, si se toma un largo periodo de tiempo, el crecimiento del PIB potencial y del PIB real han de asemejarse mucho, aunque el primero mostrará una evolución menos fluctuante.
Pues bien, dentro de la primera de las grandes etapas de crecimiento que se han venido considerando (1960-1974), el aumento del PIB superó con frecuencia el del PIB potencial, algo que también ocurrió en la segunda mitad de los años ochenta y en la expansión del decenio de 2000 (gráfico 7). Por el contrario, dentro de la etapa de pronunciada crisis económica iniciada a mediados de la década de 1970, destacaron algunos años por su carácter particularmente recesivo. Llama también la atención la reducción del PIB en el año 1993, que obedece sobre todo al efecto alcista sobre los tipos de interés derivado del proceso de unificación de Alemania, y desde luego, la de 2009, consecuencia del efecto combinado del ajuste de la burbuja inmobiliaria española y la crisis financiera internacional, que alejó mucho el PIB real del potencial, al tiempo que paralizó el ascenso de este. Con la recuperación de esa crisis, el PIB potencial retomó su senda alcista, y fue superado por el PIB real en los dos años anteriores a la pandemia del coronavirus.