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1.3. Los cuidados familiares en España
La incorporación de la mujer al mercado de trabajo se produce en circunstancias de dificultades en el acceso de la vivienda, la ausencia de políticas de desfamiliarización de las funciones reproductivas insertas en los servicios sociales públicos (Garrido y Chuliá, 2005; González y Requena, 2006) y la precarización laboral; lo que genera, como se ha señalado, un efecto negativo en las tasas de reemplazo de la población, la postergación de la maternidad y la disminución del número de hijos.
Diversos estudios (Crespo y Moretón, 2010; Borrás, Torns y Morena, 2007) muestran cómo conciliar requiere del acceso a medios privados para responder a las exigencias laborales y atender a los cuidados familiares, recayendo dicha responsabilidad mayoritariamente en la mujer, tal y como pone de manifiesto la encuesta de empleo de tiempo periodo 2009-2010ssss1, publicada por el INE.
Pese a que en los últimos años se propone un modelo de corresponsabilidad en la distribución de los cuidados, las expectativas en el ámbito laboral (Corró y García, 2013) y la falta de servicios públicos para la conciliación de la vida familiar repercuten negativamente en la percepción de estas tareas como carga y en la desigual distribución de estas. En adición, el impacto de la crisis Covid-19 ha contribuido a desequilibrar aún más la relación entre la vida laboral y personal de las mujeres respecto a la de los hombres, asumiendo más la reducción de las horas de trabajo y una mayor probabilidad de pérdida de este. En definitiva, la carga de las responsabilidades de cuidado durante la pandemia ha crecido más en el caso de las mujeres (Eurofound, 2020).