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En Derecho postclásico, sobre el que volveré en el epígrafe IV, encontramos la siguiente constitución de Diocleciano y Constantino en la que se juzga extra ordinem el estupro violento:

Si estás seguro de que fue objeto de rapto la esposa de tu hijo o de que tu hijo ha sido hecho prisionero no se te prohíbe entablar ante el presidente de la provincia la acusación en la forma solemne de la ley Julia sobre la violencia (C. 9.12.3).

Cuando no hay voluntad de aceptar la relación sexual se comete un ilícito de coacción castigado por la Lex Iulia de vi (tanto en el rapto como en el estupro violento). Ahora bien, en este tiempo ya se especifica que sólo las mujeres honestas merecen ser protegidas. Además, su credibilidad depende de su status. Esta idea se hace presente a medida que avanza el Imperio y se va consolidando la idea de que solo las mujeres que se guardan y protegen su pudor merecen la protección del Derecho. No podemos olvidar que la legislación fue cambiando en este sentido; las mujeres libres sui iuris que ejercían la prostitución tuvieron a lo largo de la República una mayor tutela jurídica de la que recibirían después. En este sentido es bien conocido el episodio en el que un edil pretendió entrar por la fuerza en casa de una prostituta y esta ejerció su legítima defensa causando lesiones al agresor. Al ser denunciada por el edil, éste perdió el pleito y debió indemnizar a la mujer (A. Gell. Noct. Att. 4, 14,3-5). Más compleja resulta la defensa cuando a resultas de la agresión sin lesión física se pretende iniciar un procedimiento de defensa moral por la acción de injurias. En este caso. para poder interponer la acción se requiere una particular dignidad y un habitual comportamiento decoroso, de la que carecen quienes, como las prostitutas, hacen ostentación pública de su sexualidad. Se considera la conducta lesiva de la dignidad, en caso de mujer soltera honesta violada antes del matrimonio (C. 9.9.7).

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