Читать книгу Violencia de género: retos pendientes y nuevos desafíos онлайн
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Durante este tiempo, se dio también un fenómeno de gran calado: el traslado a los hospitales. Hasta entonces, únicamente parían fuera del hogar, es decir, en las instituciones, aquellas mujeres que, casi en su totalidad, lo hacían fuera del matrimoniossss1. Sin embargo, en el siglo XIX, los hospitales empiezan a ser el destino elegido por las familias adineradas, que entendían que, de este modo, estarían mejor atendidas –por un cirujano–. Así, el parto deja de ser una experiencia íntima para transformarse en un acto médico en el que el cuerpo de las mujeres va a ser visto nuevamente como aquel venter, que la medicina debe intervenir para que pueda parir, aprovechándose, los casos clínicos más complejos, para experimentar y obtener reconocimiento.
En el caso concreto de nuestro país, un nuevo giro llegó de la mano del franquismo. Durante este periodo, el proyecto nacionalista entraría a controlar la fertilidad y la natalidad de un modo muy provechoso para el régimen. Así, las autoridades del país, tanto políticas como médicas y religiosas trabajarían para aumentar los índices de natalidad y fomentar la repoblación demográfica de dicha “nueva era”, en la que la reproducción de los cuerpos femeninos era un modo patriota de cooperar con la causa. La literatura de la época, relativa a la maternidad, el embarazo y el parto, emitía un contenido completamente paternalista, y en el que las mujeres eran las únicas culpables de las complicaciones que pudieran resultar. Los ginecólogos y, por ende, los medios y la sociedad franquista, promovían la imagen de que las mujeres que se negaban a ser intervenidas y “no se dejaban hacer”, ponían en riesgo la vida de su hijo, por lo que se les proporcionaban, por decisión unilateral, diferentes analgésicos, para que se mostraran dóciles y obedientesssss1.