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—¡Vaya! Piensas en todo.

—¡Claro! No iba a permitir ninguna distracción después de tres días sin vernos.

Recordé aquellos tres días, la mentira de Lucía, la llegada de la barca con Nina…

—¿Me contarás dónde has estado?

—Sí, claro que te lo contaré, pero no ahora porque, hablando de comida, tendremos que cenar algo. ¿Te apetece?

—Sí, claro. La verdad es que tengo hambre… Me has abierto el apetito.

Se levantó y cogió una mochila que estaba al lado de una de las piedras. Nos tapamos con las mantas y compartimos queso, pan y fiambres. Para terminar, Nina me miró y dijo:

—Otra sorpresita que sé que te va a encantar.

Se dirigió a una piedra plana, inclinada sobre otras tres dispuestas en un cuadrado abierto por el lado que daba hacia nosotras, y la retiró. Entonces vi restos de un fuego y varios palos preparados para encenderlo de nuevo. Trajo varios leños de un rincón y prendió una pequeña y encantadora fogata, donde calentó agua para una infusión que agradecí, pues hacía un poco de frío. Sacó de una caja de madera dos sacos de dormir, que por medio de las cremalleras convertimos en uno y nos metimos dentro.

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