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Miguel aparcó la furgoneta en la puerta del bar. Él y Amanda, tras despedirse, se fueron a buscar a su hija a la casa de Víctor y María. Yo me quedé con Nina, al lado del vehículo, mirándonos… Unos segundos antes de que pudiéramos abrazarnos vimos a Manuel salir del bar. Nos saludó y, en ese momento, apareció también Lucía, quien le dijo a Nina que su madre, Yanira, quería verla antes de acostarse. Otra vez se cortó mi espontaneidad. Ya no había nada que hacer. Acompañé a ambas, pues Lucía vive al lado de Nina. Al llegar se despidió de mí y entró en casa. Nos quedamos de nuevo de pie, mirándonos. Nina se acercó y nos abrazamos. Me dio un beso largo en el cuello y susurró:

—Cuando la magia es verdadera, siempre vuelve. —Me apretó contra ella y se separó—. Tengo unas ganas enormes de besarte, pero si nos besamos ahora no podré parar y sé que tú tampoco… y tengo que entrar —dijo finalmente, señalando su puerta.

—Sí, lo sé. Para una vez que iba a fluir… —respondí, intentando disimular con mi risa la pasión que recorría todo mi cuerpo.

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