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«Pero ¿y si Nina esperaba que fuese yo quien la buscase?», continué con mis divagaciones. «El cacao mental y las dudas los tengo yo, y quizás esperaba que la buscase para demostrarle que había superado mis conflictos y, al no hacerlo, es posible que piense que otra vez le estoy dando vueltas y quiere darme tiempo…».
Ya no me quedaban más escenarios ni más guiones, así que tomé la determinación de pasarme por su casa al día siguiente. No podía pasar un día más con aquella zozobra.
Me levanté de nuevo casi sin haber podido dormir. Me dirigí al bar para desayunar y también por si Nina aparecía. A media mañana me armé de valor y me acerqué a su casa. Yanira estaba sentada tomando el sol y me indicó que me sentase a su lado.
—¿Está Nina? —le pregunté mientras la saludaba.
—¡Ah! Vienes a verla a ella. Pensé que venías a verme a mí —respondió mientras me miraba con la misma sonrisa guasona de su hija.
—No, Yanira —contesté también sonriendo—. Tengo que hablar con ella, pero también venía a verte a ti.