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Tras estas cavilaciones, permanecí como una hora más dando un paseo con los perros y cuando regresé a casa ya había anochecido. Acababa de ponerles la comida y cambiarles el agua cuando, al dirigirme de nuevo a la cocina, reparé en un paquete que había encima de la mesa del salón. Lo abrí con curiosidad y encontré una gran caracola sin abrillantar, como si acabasen de sacarla del fondo del océano, con una nota de Nina:

Siento que no estés. Me habría encantado verte, pero no puedo esperar.

Mañana tengo cosas urgentes que hacer. Vendrán a buscarte Lucía y Amanda para llevarte a un lugar que no conoces. Ve con ellas.

Haré todo lo posible para poder acercarme yo también, pero disfruta de aquel rincón. Tiene magia y estoy segura de que te gustará.

Besos.

Nina

P.D. Esta caracola sí que tiene cobertura.

Creo que leí la nota unas veinte veces y maldije haberme quedado más tiempo en los acantilados. No imaginaba que me buscaría nada más llegar al pueblo. No conseguía nunca adivinar el siguiente movimiento de Nina con respecto a mí y siempre lograba sorprenderme, como lo había hecho con el contenido de aquella nota. ¿Un lugar que no conocía? Si había escudriñado ya todos aquellos parajes… Más misterios. Y sobre su ausencia, ni una palabra, ni tampoco seguridad de que nos veríamos al día siguiente. Me dio la impresión de que quería mantener la tensión emocional.

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