Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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Exhaustos y chorreando agua por todos lados, empapados hasta el alma, subieron al departamento. En el piso del ascensor, quedó un charco de agua, el gorjeo que producían los zapatos de Ramiro al caminar provocaba la hilaridad de quienes los observaban, entre incrédulos y pasmados. Ana María, presa del pánico y la confusión, les miraba la facha, especialmente la de él, sin ocurrírsele qué preguntar. Luego corrió a subirle la llama a la estufa y les preparó el baño para la ducha caliente.

Había sido un día a todas luces espectacular. Se metieron juntos a la ducha y mientras por sus cuerpos corrían mezclándose el champú y el gel de baño, se amaron locamente, sin remilgos ni formalidades.

Ya secos, se acomodaron los pijamas y las pantuflas. Salieron al pasillo y decidieron compartir la buena nueva con Ana María y con Cristián, que aún no se dormía. Las pupilas del muchacho eran una especie de barrilete cósmico que brincaba inquieto dentro de sus ojos. No cabía de ansiedad y daba saltitos de alegría. Ana María, que aún no se reponía de la impresión al verlos mojados, solo tartamudeó una corta frase de parabienes. Abrieron una botella de licor de frutilla –que fascinaba a Lorena– y procedieron a brindar.

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