Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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Dejaron sus jugos a medio tomar y salieron a la calle. Una llovizna delgada, pero persistente, caía sobre ellos, mientras sus tacos levantaban un pequeño hilo de agua barrosa tras de sí. Los cuidadores de autos, guarecidos bajo los toldos de las tiendas, observaban impávidos los movimientos de los transeúntes, en tanto unos cuantos quiltros formaban una verdadera ronda de juegos al lado de la pareja. Ramiro cubrió a Lorena con el ala de su piloto y ella aprovechó de prenderse con ambos brazos alrededor de la cintura masculina.

El semáforo cambió intempestivamente de color, justo en el momento en que la llovizna se hacía más intensa; se tomaron de la mano y emprendieron un pequeño trote sobre el puente resbaladizo. A esa hora y en tales circunstancias, habían desaparecido todos los limosneros y vendedores. Tras ellos solo se mantenían fieles una pareja de perros mojados y entumidos que, pese al frío, saltaban y movían la cola, dando pequeños ladridos de alegría.

–Espero que estos quiltros estén alegres por la lluvia, y no porque crean que los vamos a llevar a nuestra casa –dijo Ramiro, contento, haciendo una morisqueta hacia ellos.

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