Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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Al cabo de un rato llegaron al Samoyak, sitio predilecto para saborear exquisitos sándwiches, tortas, kuchen, y otras delicias. Ubicaron una mesa con la posición más estratégica y se acomodaron uno al lado del otro. Lorena solicitó la carta y Ramiro sacó un cigarrillo.

–¿Te importaría no fumar por ahora? –le solicitó angelicalmente. El hombre seguía sin comprender–. Estoy un poco mareada y el humo me hace peor –justificó.

Devolvió el cigarrillo al paquete y por dentro pensó que era muy posible que los malestares que sentía su mujer fueran consecuencia del golpe que se había dado en la mañana. Le tomó de las manos por sobre la mesa y le preguntó:

–¿Te sientes realmente bien? En la mañana me dijiste que el paramédico te había examinado y te…

La sonrisa de Lorena hablaba por sí sola.

–¡Hum, hum! –respondió afirmativamente. Se acomodó en la silla y cambió de tema–. Me tomaré un jugo de piña, ¿y tú?

Ramiro, más tranquilo, pero no por eso menos ansioso, ladeó la cabeza y pensó.

–A ver, a ver... ¡uno de melón tuna!

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