Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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Ramiro se olvidó de todo y se acercó a ella preocupado. La tomó suavemente de la barbilla y se interiorizó visualmente de la gravedad de la herida.

–No fue nada grave, cariño –dijo ella–. Un pequeño golpe en la sien y la rotura del labio al morderme.

Incrédulo, puesto que el impacto había sido bastante considerable, comprobó que realmente estuviera bien y, ya más tranquilo, la instó a salir. El conductor de la liebre corrió a auxiliarlos.

–¿Se encuentra bien, señora? ¿Es grave la lesión?

–¡No! Todo está bien –contestó.

–¡Quiero ver los daños! –gruñó Ramiro, mientras se tomaba del marco del auto para salir.

–¡El bus me patinó y no lo pude controlar! –se excusó el autobusero. Añadiendo con voz discordante–: Por lo que observé... no es tanto el daño. Parece ser solo de lata.

Ambos hombres dieron la vuelta al automóvil y verificaron los daños, mientras una decena de curiosos comentaba el siniestro. Parecía ser que había resistido bien el golpe y solo denotaba tener hundido el tapabarro, no vislumbrándose otro daño importante. El bus por su parte, había resultado con un rasguño en el parachoques.

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