Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–¿Podrías venir a buscar a tu esposa a la salida?

Él le apretó los pómulos con los nudillos y movió afirmativamente la cabeza.

–A las seis y media estaré acá, ¿está bien?

Lorena apuró el tranco y sin detenerse dio vuelta el rostro; un guiño fue la respuesta.

Ramiro bajó cuidadosamente al pavimento y en el camino marcó el número de teléfono de la central. Pidió hablar con Corina. Explicó sin grandes detalles lo ocurrido e informó que pasaría directamente al taller. Cortó y enfiló por avenida Francia hacia el cerro.

–Esto está atestado de vehículos, como todos los viernes –le explicó Jorge.

Esperó media hora. El jefe de taller le ordenó a un mecánico que hiciera el chequeo de daños y, posteriormente, concluyó que solo se había estropeado el tapabarro. De todas formas, eso implicaba desmontar, desabollar y pintar de nuevo toda la pieza. Ramiro sacó cuentas y decidió pasar a dejarlo al día siguiente.

De vuelta en la oficina adelantó todo el trabajo que pudo y delegó otro tanto en Corina y los encargados de secciones. Por la tarde, compartió un café con todos ellos y les deseó éxito en lo que hicieran, no sin antes recomendarles que tuvieran cuidado y no se buscaran problemas con el personaje que le subrogaría, el que era reconocido entre los empleados como vaca y negrero. Se despidió personalmente de cada uno de ellos y se alejó del despacho.

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