Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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El tráfico estaba horroroso, parecía que todos se habían quedado dormidos el mismo día y al mismo tiempo. Los autobuses y colectivos no respetaban ninguna señalización y los automóviles particulares debían hacer esfuerzos para no tocarse con ellos. Ramiro miró hacia todos lados y viró bruscamente hacia una bocacalle que tenía sentido contrario. Desembocó en Ocho Norte y continuó hacia el oriente, hasta tocar con la arteria principal que lo llevaría hasta la telefónica. El tránsito a esa hora pico era exactamente igual en todos lados, por lo que Lorena, aferrada con dientes y muelas al asiento, hizo lo posible por calmarlo.

–¡Ya vamos tarde, amor! No sacas nada con apurarte.

Él entendió el mensaje y encendió la radio.

–¡Eso está mucho mejor!

Ya calmado, su mujer sacó el cosmetiquero Artistry que le habían traído de Estados Unidos y procedió a maquillarse; tarea que siempre hacía antes de salir, pero ese día, por el atraso, tendría que aprovechar el taco para hacerlo. Él, en tanto, deleitaba al mundo con su hermosa voz, cantando todos los pedacitos que se sabía de las canciones que emitía la radioemisora. Ya avanzadas un par de cuadras y en el momento en que Lorena aplicaba a sus labios el Rose Glisten Lip, se sintió un fuerte golpe metálico y el vehículo se estremeció por completo. Su cabeza bailoteó y dio contra la ventanilla, dando paso a un hilillo de sangre; habían sido impactados por un bus urbano. Ramiro, furioso, intentó abrir la puerta y salir, pero esta estaba bloqueada por la carrocería del autobús. Reaccionó y volteó la cabeza: su mujer se miraba el labio en el espejo del parasol e intentaba en vano parar la sangre de la frente.

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