Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–¿Cuál será la forma de pago?

–¡Ajá! Intuía que esa sería la principal pregunta.

Se acercó más hacia él y le confidenció de manera insolente:

–¡Por eso me cargan los civiles! ¡Todo lo hacen solo por dinero!

Ramiro se incomodó. Se levantó bruscamente y tomó al vejete por la solapa.

–¿Y usted qué se cree que me viene a hablar así, viejo pendejo hijo de pu...?

No alcanzó a terminar la frase, cuando de la nada aparecieron dos hombres. Lo tomaron fuertemente por la espalda y uno de ellos, (luego Ramiro confirmaría que se trataba del garzón), le dobló el antebrazo, lo justo para hacerle sentir un leve dolor.

–¡Ya basta! –les dijo el oficial–. Y usted... ¡tranquilícese! ¡No se atarante! ¡Siéntese! Y terminemos esto como caballeros.

Ramiro Torres bufaba de rabia. Cuando lo soltaron, se sentó y resolló fuerte. El hombre movió la cabeza y esperó que los matones se retiraran detrás de la cortina.

El hombre metió la mano izquierda al bolsillo interior del vestón y sacó un sobre.

–En respuesta a su inquietud aquí tiene el efectivo que usted pidió. Lo demás le fue depositado ayer en su cuenta en Washington. Finalizada la comisión se le depositará lo que falta.

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