Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн
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–Si tú me lo pides y me garantizas seguridad, ¡sí! –contestó ella.
Esa madrugada, mientras le cancelaba la carrera al taxista, el rostro de Lorena esbozó una sonrisa; había logrado entender algunas otras cosas del ser humano.
Eran las seis de la tarde y Ramiro se había sacado la corbata. Lucía desgarbado. El pelo desordenado y las mangas de la camisa blanca recogidas. Tenía que revisar una serie de trabajos y documentos que la compañía debía presentar a la Contraloría el lunes siguiente, ya que, por costumbre ancestral, las demás secciones entregaban sus datos el último día hábil. Además, pese a no ser de operaciones, había sido comisionado para viajar a Colombia el domingo en la mañana. Un barco de la empresa se encontraba con orden de arraigo en el puerto de Buenaventura. Sus cualidades profesionales y, por qué no, los buenos contactos que poseía en ese país ayudaron a la elección.
Corina, que por el contrario lucía fresca y animosa, ingresó a la oficina sin meter mucho ruido y se le acercó con sigilo. Cuando estuvo detrás de él, sin emitir palabra, comenzó a arreglarle el enmarañado pelo que, aunque más dócil con el pasar del tiempo, todavía le quedaba un poco de rebeldía. Ramiro dejó caer el lápiz sobre el escritorio y se volvió, la tomó por la cintura y la atrajo mansamente hasta él. Tan mansa que sintió que venía dispuesta, ajena a todo el mundo. Entonces incrustó la cabeza como oso buscando madriguera y exploró con la boca la división de esos senos dorados, para terminar lamiéndolos. Ella se apretó tan fuerte contra él, que casi no le permitía respirar, luego lo soltó y encontró de lleno sus labios.