Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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Hasta ese momento parecía una verdadera fiesta. El hombre se bajó los pantalones y permitió que Lorena atrapara aquel hirviente miembro. Era un animal fuera de lo normal, al extremo que el estómago de Lorena sintió el rechazo. Entonces el criminal intentó besarla, pero ella lo rehuyó inteligentemente. Despechado, le agarró con ambas manos por la cabeza y la obligó a arrodillarse frente a él. En ese momento Lorena cerró los ojos y con la punta de la lengua le dio una pequeña pincelada. El hombre perdió definitivamente la compostura. Dejó caer la navaja y se rindió ante el deleite de lo que su mente imaginaba. Lorena comprendió que era el momento. Se enderezó diestramente y le hundió una rodilla entre las piernas, haciendo que este lanzara un alarido de dolor.

–¡Y la puta que te parió! ¡Perra conchetumadre!

Retorciéndose, el asaltante cayó al suelo. Lorena aprovechó la ventaja y le lanzó un feroz puntapié al rostro.

–¡Y la tuya, malnacido de mierda!

Habiéndolo dejado momentáneamente fuera de combate, salió de aquella cueva, mientras el borracho lanzaba llamaradas de ira, y emprendió la carrera por el callejón. A los pocos metros, trastabilló. El hombre, un tanto repuesto, intentó seguirla. Entre la desesperación y las recriminaciones, se enderezó y optó por sacarse los zapatos para correr más libremente.

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