Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–Hola, ¿qué tal, preciosa? –preguntó una voz noctámbula–. ¿Eres nueva por aquí?

A Lorena simplemente se le entró el habla. ¿Tan fácil era captar un hombre? ¿Qué haría ahora? El extraño prosiguió:

–Eres una maravillosa estrella caída del cielo –dijo en su dialecto de borracho, arrastrado y perezoso–. Y sin embargo... no tienes lengua.

–No. No se trata de eso, señor –balbuceó Lorena–. No soy lo que usted cree, ni lo que busca.

Bajó el pie y se acomodó recatadamente el escote.

–¿Y qué es lo que yo busco? A ver, ¡adivina!

–No sé, de pronto una prostituta, quizá –dijo ella.

–Bah, ¿y tú quién soi entonces?

–Yo... este...

Lorena miraba hacia todos lados buscando una mano amiga. Vio que el hombre dudaba y quiso aprovechar la oportunidad de huir. Lorena sintió que el hombre la rodeaba fuertemente por la cintura y que una de sus manos le buscaba afanosamente el trasero. Trató de soltarse y llamar la atención de alguien, pero en ese instante el filo de una navaja impidió cualquier grito. El hombre, embrutecido por el alcohol, la atrajo hacia sí y le hundió levemente la navaja en el vientre, sin hacerle daño. Luego la conminó que caminara con él sin escándalo alguno. Lorena obedeció, aunque internamente se recriminaba a gritos el haber sido tan estúpida. Continuaron por la callejuela oscura, hasta que el hombre la introdujo en un vericueto que formaban un par de paredes de adobe, vestigio de lo que habría sido en algún momento una agradable casa de familia. La arrinconó contra la pared y, extasiado, comenzó a lamerla desde la misma cabeza hasta el cuello, para luego obligarla a dejar libres sus senos. Lorena no sabía lo que sentía, era una extraña mezcla de rabia y placer. Aquel gusano la estaba lamiendo toda y ahora se encontraba mamando furiosamente sus tetas, mientras que sin dejar de lado la navaja, una de sus manos le acariciaba las nalgas. Lorena pensó cuál sería la mejor manera de escapar. Dejó pasar un instante y, lentamente, dirigió una mano hacia el bulto de la entrepierna del hombre. Este se dejó hacer, ayudándola en la tarea de desabrocharle el pantalón.

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