Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн
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En un momento, mientras el editor continuaba su monólogo, sin demostrar el poco interés que le producía aquella conversación, echó un vistazo a la concurrencia. Luego, tras aprovechar la oportunidad que le brindó la esposa de uno de los gerentes, quien sí se interesó muchísimo en el tema de las ediciones, se retiró diplomáticamente. Dejó la copa sobre el descanso de una de las ventanas y miró a través de los cristales; realmente no pudo ver nada. El sofocante calor allí dentro, contrastaba con el aparente frío exterior. Los vidrios estaban empañados y las gotitas de agua de la transpiración formaban diferentes figuras surrealistas. Abrió la pequeña cartera y buscó afanosamente los cigarrillos, dio un golpe a la cajetilla y se llevó a los labios el primer filtro que asomó. Dos o tres manos volaron prestas a ofrecerle fuego; se volvió hacia ellos y decidió aceptar la mano de quien estaba más cerca.
–¡Gracias! No era necesaria su molestia –dijo ufanamente.
–¡En absoluto! –corrigió el galán–. No es ninguna molestia atender a una mujer tan maravillosa.