Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–¿Quiere que desaparezca y me vaya a acostar? –preguntó, enderezándose.

–Realmente no sé. O más bien... si sé lo que quiero, pero no sé si hacerlo. Tengo una gran confusión.

–¿Confundido? ¿Don Ramiro confundido? ¡Eso sí que es grandioso!

–No te burles, Anita, no soy perfecto. También a veces dudo de mis actos.

La chica se levantó y se acercó a él, le pasó la mano por la cabeza y sin decir nada lo besó en la mejilla y se fue a su pieza.

Ramiro apagó el televisor y fue a la despensa a buscar un trago. Rebuscó en el mueble y sacó una botella de Jack Daniel´s. Echó tres cubos de hielo a un vaso y lo llenó de whisky hasta el límite. Metió los dedos en el líquido y revolvió compulsivamente la bebida con el hielo y se echó un gran sorbo. El licor le quemó hasta las entrañas, tal vez desatando todos aquellos nudos de preocupación y remordimiento.

–¡Por la puta! ¡Qué hago, por la cresta! –gritó ahogadamente para no ser escuchado.

¡Es toda tuya! Solo tienes que ir. Te está esperando, le aconsejaba su demonio interior. Se tomó un nuevo sorbo y apagó la luz de la cocina. Al pasar frente a la puerta que daba al dormitorio de la muchacha sintió el excitante y llamativo aroma de aquel perfume barato que usaba Ana María, que a él le fascinaba. Inspiró profundamente y se fue a la alcoba, metió una película en el Beta y se tiró sobre la cama, apoyando la cabeza en la marquesa. Cerró los ojos e hizo cinco inspiraciones profundas, tras lo cual intentó enfocar toda su atención en la cinta de video, lográndolo solo a medias. Terminó el whisky y se preparó para dormir. Sin embargo, muy pronto, la molestia de sentirse inquieto lo llevó a golpear fuertemente la almohada con el puño y se sentó en la cama con las rodillas levantadas, cruzó los brazos sobre ellas. Era el precio de ser como era. ¿Su destino? ¡No! Él era un fiel compañero de filosofía del mayor Lawrence: Nada está escrito, mientras tú no lo escribas. Por ello, él mismo sería el artífice, el constructor, el arquitecto de su propio destino. Tomaría el control de su vida y no permitiría que las dudas hicieran mella en su andar; al menos por esa noche.

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