Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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Logró escabullirse en medio de la concurrencia y retiró su fino chaleco blanco desde la guardarropía. Observó de reojo a su alrededor y salió en dirección a la calle. Aún era temprano y ciertos rasgos de la noche bohemia empezaban recién a entonarse. Su caminar lento y sereno se oponía al agitado y presto de las mujeres hacia los paraderos de la locomoción. Pese a la baja temperatura ambiente, se sentía mucho mejor al aspirar aquel aire fresco. Cruzó la angosta calle y se adentró por uno de los pasajes donde se encontraban algunos antros populares de muy dudosa reputación. Siempre le había llamado la atención recorrer ese lugar, aunque ahora el miedo le hacía latir mucho más rápido el corazón. Se detuvo, aspiró profundamente y, sin dudarlo, prosiguió.

Era divertido que después de estar en un cóctel con lo más granado de los ejecutivos y empresarios de la región, ahora se encontrara fantaseando en aquel lugar público. Pasó frente al 2269 y disminuyó la marcha. Recordó que algunos de sus compañeros hablaban mucho de este lugar. Por ellos sabía que aquí los hombres –y hasta mujeres, pareció haber escuchado– pagaban buenas sumas de dinero por obtener servicios sexuales a la medida. En el segundo piso se veía movimiento y las ventanas abiertas dejaban escuchar un incesante compás caribeño. Pegó la espalda al poste del alumbrado y sacó un cigarro, lo encendió y luego de aspirar, dejó ir el humo en diferentes direcciones; se sentía libre y fresca. Se sacó el chaleco y se acomodó los senos. Corrió los tirantes del vestido, ampliando el escote y se acercó a la muralla. Una vez arrimada, elevó una pierna hacia atrás y apoyó el taco. Mientras divagaba acerca de los misterios de la noche, escuchó el sonido de unos pies que se arrastraban.

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