Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–¿Se sirve algo, señor...?

–¡Torres! –se apuró en contestar.

–Bueno, bueno –apuró el vejete, sin dar importancia al nombre–, pida lo que quiera, luego conversamos.

El trato autoritario del hombre parecía una demostración de poder, por lo que se podía concluir se trataba de un exoficial militar. Ramiro corrió la silla de madera y se sentó. El mesero, que parecía esperar atento, se acercó en actitud de escucha.

–Repítame el old fashion, por favor.

Ramiro estaba nervioso. Aquel hombre lo miraba imperturbable.

–¡Relájese, señor Torres! Lo noto un tanto inquieto.

Realmente no tuvo para qué confirmar lo ya observado. Apoyó con todas sus fuerzas el cuerpo sobre el espaldar de la silla y buscó un cigarro. El exmilitar le alargó el encendedor, al tiempo que comenzó a hablar.

–¡Tranquilícese! –le dijo–. Hablaré corto y preciso. ¡Ponga mucha atención!

El monólogo no se alargó más allá de quince minutos, tiempo suficiente estimado por su interlocutor para que todo quedara definido.

–¿Le ha quedado claro? ¿Alguna duda? –inquirió con prepotencia. Antes de responder, Ramiro se inclinó sobre la mesa y, en voz baja, preguntó:

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