Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–¡Despierta, mi amor! Nos hemos quedado dormidos –gritó Lorena, echando la ropa de cama hacia los pies–. ¡Son las ocho y diez! –recalcó. A Ramiro le costó sobreponerse al sueño.

El horario de entrada de ambos era a las ocho y media. Aunque tenían ciertas licencias para llegar tarde, ninguno se había aprovechado de tal situación. Se tiraron rápidamente abajo de la cama y se metieron al baño. En la cocina Ana María, que no los había despertado, preparaba el café con leche para la señora y el té puro con tostadas para el caballero. Mientras se afeitaba, Ramiro intentó romper el hielo.

–¿Cómo pasaste la noche? –preguntó.

Lorena, abierta de piernas sobre el bidé, chapoteaba diestramente con las manos y el jabón para lavarse.

–¡No muy bien! –chilló con cierta hostilidad.

–¿Me di muchas vueltas?

–¡Sí! Bastantes.

–¡Lo siento! ¡Qué pena! –dijo, atribulado–. Hace días que no duermo bien.

Terminaron de vestirse y él caminó hasta la cocina, saludó a Ana María y bebió un par de sorbos de té. Detrás apareció su esposa, quien no escondió su disgusto.

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