Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн
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Apenas llegó a su casa, entró al baño y se miró al espejo. Estaba barbón, ojeroso y desaliñado. Abrió la llave del agua fría y se mojó la cara. Después, se cepilló los dientes y, tras comprobar que Lorena dormía profundamente, se sentó a los pies de la cama y abrió el sobre. Allí estaban los dos mil dólares en billetes de cien, frescos y perfumados. Tomó algunos al azar y verificó su legitimidad. Los metió nuevamente al sobre y los guardó en el doble fondo de su maletín casero. Se metió a la cama y se acostó de espaldas a su mujer.
Antes que el sueño finalmente lo doblegara, estiró la mano hacia el velador. Le agregó dos aspirinas al vaso de agua. Lorena, a medio despertar, sacó los brazos por sobre el cubrecama y siguió durmiendo.
Octubre todavía no convencía a nadie de que era un atractivo mes inmerso en el corazón de la primavera. Si bien las plantas, los pájaros y los árboles parecían entender su desvarío, el ojo humano ya lo catalogaba de raro. Y no era para menos, el clima en la región había estado cambiante en el último tiempo. Algunos días amanecían con un majestuoso y rotundo sol, cuyos rayos dorados revoloteaban en el lomo de la gente quemándolos, y otros, con una llovizna blanca, neblinosa tan fría que calaba hasta los huesos. La mañana de ese día se caracterizaba por la humedad que se percibía en el ambiente. El matrimonio no había pasado una buena noche y despertaron sobresaltados. Si el día hubiera estado limpio de seguro el sol estaría alto.