Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–¿Me recordarás algún poquito? –preguntó ella.

–¡Tonta! –le contestó con una sonrisa en los labios–. Sabes que siempre te llevo en mis pensamientos.

Corina se enderezó y fue a cerrar la puerta con llave.

–¡Cuidado, mi amor! –expresó él, algo inquieto–. Más de alguien puede venir a verme.

Ella pareció no escuchar.

–Quiero regalarte algo muy especial..., para que me recuerdes en el viaje.

Cuando estuvo frente a él, se contorsionó con las piernas separadas y se soltó el cabello, a la par que se abría la blusa hasta dejar sus pechos libres. Ramiro la miraba con ojos brillantes y cautelosos. Una cautela diferente, una que distaba mucho del miedo, una cercana a la emoción y al nerviosismo. Raras veces se había sentido así. Cerró los ojos en clara señal de expectación y se dejó seducir tranquilamente. Era perverso no permitirlo, más cuando esas manos de mujer hábil comenzaban a bajarle el cierre.

Pasado el escenográfico momento, Ramiro, prendido de aquella estupenda experiencia, se dedicó a ultimar los detalles de la labor pendiente. Cerró el despacho y se dirigió al estacionamiento. Se fumó un cigarrillo y pensó en lo que debía hacer esa noche: después del contacto en el café topless Orbita, apartaría un tiempito para él. Partiría tomándose unos tragos en ese mismo lugar, y de ahí... lo que viniera. De seguro su mujer llegaría tarde; era lo común. Los cócteles eran el motivo encubierto para efectuar encuentros de negocios informales, que luego proseguían en algún café o restaurante hasta altas horas de la madrugada.

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