Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–¡Mi amor! –exclamó súbitamente Lorena, como si su voz culebreara entre rosales–. Me gustaría caminar un poco. Siento deseos de volver a repasar cosas que no hacemos desde hace un tiempo.

Él ya había abierto la puerta y reaccionó atolondradamente.

–Pero... está un tanto fría la tarde y te podrías resfriar.

–¡No hay cuidado! –exclamó ella rebosante de gozo–. Tengo muchísima energía.

Ramiro se preocupó de asegurar bien el coche y notó que algo bueno estaba pasando.

–¡Bueno, ya! –dijo con firmeza–. Si tú lo deseas... por mí no hay ningún drama; caminaremos.

Se tomaron de la mano y se dirigieron hacia el paso de peatones. Esperaron el monito verde y cruzaron la avenida. Sobre el puente peatonal que cruzaba el fétido estero hacían nata los microempresarios de la solidaridad y de la cesantía. Los Súper 8, las sustancias, los tofis, el maní confitado y los cocos de palma pelados –chupados, según la competencia–, competían con las manos estiradas de los ciegos, mancos, cojos y ancianos sucios y hediondos a su propio orín. En este grupo, según seguimientos especializados, varios tenían suculentas cuentas de ahorro.

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