Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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Las emociones y sensaciones de aquella primera vez fueron fuertes, matizadas de vergüenza por la falta de experiencia –candidez, por decir lo menos– y por aquel desánimo juvenil y natural al verse manejado como un conejillo. No obstante, aquella mujer, de la cual ni siquiera supo su nombre, lo gozó y disfrutó toda la noche, entregada a su propia lujuria y alegría de haber descartuchado a otro más.

Fue así como también conoció a Claudia, bailarina del Oasis, quien lo impresionó a primera vista. Este estremecedor episodio de su vida, “todo lo hago para pagar mi carrera universitaria y para ayudar a mi pobre madre enferma”, logró calar profundo en su corazón sencillo y todavía crédulo. Entonces, por iniciativa propia y sin que nadie lo presionara, comenzó a ayudarla con algún dinero; total, lo que ganaba se lo permitía. Obviamente, llegó el momento en que cayó en la cuenta de que Claudia también percibía otros pesitos ejerciendo la prostitución. Su mundo no se derrumbó, pero si cambió en él la disposición para ver las cosas. Aunque se sentía defraudado, ideó una fórmula para entenderla mejor, y lo logró; iniciaron un idilio muy particular, que duró hasta que ella le confesara su embarazo. En un primer momento, se llenó de felicidad, pero ya más frío y calculador, sacó sus debidas cuentas; era imposible que fuera de él, sin embargo, la situación nunca pudo ser aclarada. Solo y atormentado, en una tarde gris de otoño, se despidió para siempre de ella. El tren partía hacia el sur, llevándose una parte importante de su vida, dejándolo perdido y desilusionado.

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