Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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Para él la política era hermosa y un tanto romántica, pero consideraba que, en el último tiempo, algunos elementos la habían ensuciado y ya no era tan atractiva, principalmente para la juventud, que no se sentía partícipe de las decisiones que tomaban los mismos de siempre. Muchas de estas personalidades, daba lo mismo la ideología que profesaran, eran un montón de pillos que solo buscaban el poder para enriquecerse, apitutar a familiares y amigos, y recibir coimas cuando fuera necesario. Las acusaciones de corrupción y las querellas por ofensas y calumnias, iban y venían, pero nadie le ponía el cascabel al gato. Incluso un gran poder del Estado, como el Judicial, constantemente se veía sobrepasado por los arrebatos arbitrarios, fuera de toda ética, de algunos jueces y abogados que solo atinaban a congraciarse con sus defendidos, independiente de si estos eran o no culpables, para obtener beneficios mutuos.

Como sus fines de semana eran una verdadera incertidumbre para quien apostara algo sobre lo que haría, ese sábado no escapaba a la regla. Se dirigió al departamento y aun cuando no era muy amigo del café, se preparó uno bien negro y un par de tostadas con mermelada. No sentía hambre ni sueño, pero sí una gran sensación de vacío en el estómago, ya un tanto acostumbrado al ritmo de vida al que lo obligaba su dueño. Se dirigió hacia la puerta del ventanal que daba a la calle y abrió una de las hojas. Dio un paso hacia delante y el pequeño balcón de madera crujió con su peso, recordándole con ello que no soportaría por mucho tiempo los embates del tiempo y de la humedad, pero aún su sueldo no le daba para pagar otra cosa mejor.

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