Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн
10 страница из 138
Encendió el calefón y, mientras esperaba que se calentara el bimetal, procedió a desvestirse. El color de su piel ahora era de un rosado fuerte –quizás color felicidad. Se metió bajo el agua caliente y su voz se escuchó en todos los rincones de la vetusta vivienda. Su cantar era bello y melodioso; había dulzor y ternura en su composición. Gobolino alzó la cabeza y sus orejas se reubicaron en el espectro, subió los escalones y se sentó frente a la puerta del baño. Movió la cabeza de un lado a otro y, arriscando los largos bigotes, comenzó a lengüetearse el pecho blanco; sin duda era un gran crítico y admirador de los buenos espectáculos.
A las siete de la tarde, estaba plantado frente al cine Metro, allí donde se estrenaban los mejores clásicos del cine que tanto le gustaban. Al cabo de cinco minutos apareció Lorena con una gran sonrisa. Compraron cuatro Súper 8, dos bowling y un paquete de cabritas confitadas recién hechas. Se demoraron un momento viendo las fotografías de algunos estrenos que vendrían pronto y le pidieron al acomodador que los condujera hacia la mitad de la sala. En esos momentos se exhibía Martini al instante. La sala era grande y con espacios muy amplios, las paredes y el cielo parecían monumentales, mientras que las butacas eran cómodas y profundas. En lo técnico, se estrenaban dos nuevos efectos: el sensurround y el cine panorama. Excelente ocasión para proyectar la película Terremoto.