Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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Finalizada la película se tomaron de la mano y salieron raudos hacia el paradero de taxis. Corrida media hora de viaje, bajaban del destartalado colectivo. Ramiro siempre acostumbraba a ir a dejar a sus amigas hasta el domicilio, el concepto de seguridad personal arraigado en él, no le permitía dejarlas a la deriva. Tomó el lado exterior de la vereda y cubrió a Lorena con los brazos. Caminaron lenta y calladamente, hasta que ella rompió el hielo.

–Fue maravilloso haber compartido esta noche contigo. ¡Gracias por invitarme!

–¡Por favor, Lore! Sabes muy bien que no me gusta que me agradezcan las cosas, sobre todo cuando el favorecido he sido yo.

La joven se apegó a él y le acarició delicadamente el rostro.

–¡Eres una persona tan especial! –suspiró–. Ahora veo por qué ninguna mujer se te resiste.

–¡Aaah, déjate! –alegó, así como al desgaire.

Pese a su auténtica modestia, no podía refrenar su orgullo, sabía que esa noche escapaba a toda norma. No quería echar a perder ningún minuto de aquel encuentro. Se animó a sí mismo y decidió que era el momento más adecuado para decirle la cantidad de cosas que había estado repasando desde hacía varios días. Ella ocupaba gran parte de su atención y era la única que se había hecho merecedora de su respeto, aunque no de su libertad. A sus veintitrés años no necesitaba de una celadora, ni menos iba a estar dispuesto a ser fiel a una sola mujer. Para que ello aconteciera faltaba que corriera mucha agua bajo el puente.

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