Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн
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–¿ Pa´onde va con esas ollas que ni siquiera sabe usar, iñora? –le había preguntado cuando ella se dirigía en su BMW a un caceroleo.
–¿Y a vo´ qué te importa, viejo conchetumadre? –le había respondido ella con ira, para luego, casi sin respirar, agregar–: Preocúpate de terminar luego el chalet, pa´ que te vai de una vez por todas junto al comunista de tu hijo.
Recordó que don Carlo, quien había escuchado la última parte de aquel triste diálogo, se acercó a ellos mientras terminaban de bajar desde los tijerales y afectuosamente se dirigió a su padre.
–Perdone a esta vieja loca, maestro. ¡Usted ya sabe cómo es para las chuchadas!
Su viejo, con un pie todavía en la escala, le había contestado:
–No me preocupa tanto la forma, don Carlo. Me preocupa el fondo del asunto; sobre todo que haya involucrado a mi hijo.
Luego de mirar a este solemnemente, continuó en tono seguro:
–Necesito que me cancele hoy mismo todo el dinero que me debe y comuníquele al arquitecto que, a partir de este mismo instante, no le trabajamos más y que se busque un nuevo jefe de obra.