Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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Por supuesto que los meses fueron amansando el espíritu de unos pocos y también exacerbando el de otros. Habían pasado los primeros cinco meses de prueba y la calidez de febrero en cierta medida ayudó, aunque temporalmente, a calmar los ánimos o, más bien, a prepararse para cosas peores.

Torres se rascó la cabeza, disimulando muy bien su nerviosismo y apuró el tranco hacia la estación Barón del Ferrocarril Central, era la hora de pasada del automotor que le llevaría hasta Quilpué. Metió los dedos por el enrejado de la boletería y retiró el boleto. La estación, así como todos los servicios públicos, estaba resguardada por personal militar de la Guarnición Naval porteña que portaban en sus hombros fusiles M-16, HK o los vetustos M-1. Esta visión lo obligó a pensar necesariamente en su padre, el cual aún no se reponía del todo después de aquella barbarie en la pobla que lo había visto crecer.

–¿Qué me dice de todo lo que está sucediendo? ¿Encuentra lógico que tengamos que vivir militarizados?

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