Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–¡Jacqueline! ¿Y el tuyo?

–Ramiro Torres. Sin embargo, siempre me he sentido atraído por el nombre William, que no tiene nada que ver por supuesto, pero... me bautizaron Ramiro.

–Qué entretenido. A mí me llaman Jaco. También encuentro na´ que ver, pero mis viejos...

–Ahí llega el automotor –interrumpió.

La muchacha era baja y regordeta, vestía un atuendo artesanal que le llegaba al suelo y calzaba unas chalas de cuero. Su rostro con salpicaduras de acné, cada cierto rato temblaba debido a un pequeño tic nervioso y los lentes poto de botella con marco de carey grueso no permitían apreciar en toda su magnitud la belleza de sus ojos azules. Se sentaron uno frente al otro y continuaron charlando de múltiples cosas. El joven, sin querer parecer grosero, cada vez que podía echaba a volar su imaginación. El mar encabritado demostraba la fuerte brisa que azotaba sus aguas de azul marino profundo, color que cambiaba de tonalidad según el lugar de donde se mirara. Al pasar por Recreo, Jaco quiso hacer un comentario, pero al ver el rostro impávido de quien tenía al frente, echó el cuerpo atrás y siguió con la sien pegada al marco de la ventana.

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