Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–A las cinco de la mañana estábamos rodeadas de militares y carabineros pidiendo nuestra rendición. No sabíamos qué hacer.

Extendió el pañuelo y volvió a sonarse.

–La Patty, que se veía más entera y llena de decisión, gateó hasta la ventana y asomó la cabeza gritando a todo pulmón: “¡Revolución o muerte!”. Allí mismo cayó acribillada por las balas de aquellos enajenados que supuestamente habían jurado defendernos. No tenía más de… más de mi edad. Éramos unas pendejas.

Al ver que nuevamente empezaba a sollozar, se acercó más a ella y le recomendó:

–No sigas, amiga mía. Si te causa tanto dolor, no sigas.

Se enjugó las lágrimas y con la vista dio una fugaz mirada a su alrededor. El vagón estaba casi vacío y el cruce por sobre el puente Las Cucharas, la estremeció.

–A su tiempo este estero también tendrá cosas que contar –dijo en un suspiro, mientras su tic volvía a acelerarse.

Ramiro estiró el cuello para mirar a través de la ventana y admiró el paradisíaco entorno. Era el punto exacto donde confluían las aguas del estero Quilpué y el Marga-Marga. La exuberante vegetación al fondo de la quebrada y las figuras oscurecidas de los troncos de las milenarias palmeras, en un trasfondo agreste, esquematizaban el verdadero sentido de la naturaleza. Solo el constante y previsor pito del automotor rompía el sosiego cansino de las aguas claras y poco profundas.

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