Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн
30 страница из 138
–A fin de cuentas, estos mafiosos querían que yo aceptara tener relaciones sexuales con ellos. Me decían que, por su ascendiente, me habían otorgado un dormitorio digno. ¡Me puse a llorar! ¡No sabía qué hacer! Pasó un momento, largo para mí, y en el umbral de la puerta apareció un muchacho joven y buenmozo. Los otros dos se enderezaron, y aunque el saludo entre ellos estaba prohibido frente a las reclusas, su cabeza cuadrada los traicionó. Se cuadraron y salieron de la pieza, no sin que antes el más viejo me mirara y me hiciera una mueca, la que yo traduje como guardar silencio.
–¿Y lo hiciste?
–¡No! Estaba dispuesta a todo. Si Dios me había ayudado hasta ahí, de seguro no me desampararía en el último momento. Me levanté presurosa y me abracé al desconocido, como si hubiera sido mi hermano. Él, confundido, solo atinó a pedirme que me calmara. ¡Tranquila!, me repetía. Luego me comunicó que, al otro día, me podría ir sin miedo y definitivamente a mi casa. Fue mi gran apoyo en ese momento, era el único que actuaba a rostro descubierto o limpio. El día domingo en la tarde, efectivamente, me encontraba de vuelta en mi hogar.