Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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En el intertanto Ramiro llamó.

––Hola, cariño, estaba lista para disfrutar del mar y esas arenas blancas que tanto me gustan.

–¡Hola, mi amor! Yo estoy entrando a Santiago –le dijo Ramiro.

–Espero hayas llevado camisa limpia para cambiarte.

–No te preocupes –la calmó Ramiro–. Estaré solo por la mañana. Pienso que no más allá de la una, ya que en la tarde tengo una entrevista con gente interesada en actualizar nuestros viejos y pasados de moda sistemas informáticos.

–Entiendo. ¿Te espero a cenar? –preguntó ella con aire sombrío, al conocer muy bien la respuesta.

–¡No! –contestó Ramiro, taxativamente. Luego argumentó–: Hoy tendremos la pagada de piso del Fernández, ¿no ves que le llegó su primer sueldo? ¿Y cómo está mi regalón?

–Está muy bien, solo que te echa de menos. Ahora está un poco inquieto porque le dije que bajaríamos a jugar a la playa. ¡El día está estupendo! Estaremos un rato y, luego subiremos a almorzar.

–¡Qué rico! –exclamó alborozado–. Espero que lo disfruten por todo lo que yo no puedo. Bueno, si puedo te llamo más tarde, si no... ¡Aló, aló!

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