Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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No se había dado ni cuenta de que su secretaria, desde hacía un rato, estaba allí frente a él. Giró en el sillón y la contempló, sonriente. Estaba maravillosa. Se había amarrado el largo cabello en un tomate sobre la nuca, dejando al descubierto un hermoso cuello y orejas pequeñas, mientras un par de bucles le caían sobre la frente.

–¿Qué tal, princesa? –saludó, levantándose–. ¿Cómo has estado?

Se inclinó por sobre el escritorio y la besó en la mejilla, sintiendo el suave perfume Chanel que él mismo le había regalado en su cumpleaños.

–A Dios gracias, muy bien –contestó–. Y usted, ¿qué tal? ¿Cómo anduvo el tour a la capital?

El hombre suspiró largamente y contestó:

–Se me hace cada día más pesado viajar a Santiago. Solo lo hago cuando voy a ver a mis viejos y cuando el jefe lo pide. ¡Tú sabes!

–¡Hum, hum! –confirmó Corina.

–Vamos, toma asiento y cuéntame si ha pasado algo novedoso –sugirió Ramiro.

–En verdad ni siquiera lo han llamado por teléfono –contestó ella, al tiempo que abría su portafolios–. En lo que respecta al trabajo, se enviaron los currículums de los nuevos asistentes y los señores de COMPUT estarán aquí a las cinco. Por ello me tomé la libertad de...

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