Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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Lorena seguía amándolo tal cual era, qué más daba, si total el amor que le profesaba a ella y a su hijo era muy superior a cualquier aventura. Por lo demás, él también le permitía realizarse en su trabajo. En esos momentos esperaba iniciar sus actividades profesionales como secretaria de gerencia en la Multifuncional Telefónica Chilena. Esa decisión había sido tomada de común acuerdo. Por un lado, se había puesto en la balanza su propio deseo, empeñado siempre en contar con lo suyo y, por el otro, el aumento del ingreso mensual, nunca mirado a mal en época de vacas flacas. La vida moderna así lo ameritaba, atrás habían quedado los tiempos en que las mujeres solo servían para criar hijos y cuidar del hogar, hoy también estaban a la vanguardia en los problemas comunes y cotidianos que afligían a todo matrimonio joven.

Mientras esto estaba por venir, gran parte de su tiempo Lorena lo dividía entre cuidar de su hijo, que ya se mostraba como un niño inquieto y observador, y la cocina. El preparar algunas comidas nuevas sacadas de sus recetarios favoritos o hacer algún postre creado por su imaginación, era como el gran juego, no exento de sutileza, para ganarse por las tripas –como decía chistosamente– a sus dos principales comensales y a uno que otro de los invitados de fin de semana. Sin embargo, ese viernes, como el día estaba esplendoroso bajaría a la playa y, luego, en la noche, en cuanto vistiera y acostara a Cristian, se quedaría dormida, como de costumbre, frente al televisor encendido.

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