Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–Lo he escuchado, pero no sé cómo es en la práctica –aclaró.

–¡Simple! Retiran el colchón de tu cama y te amarran desnudo sobre las huinchas del somier. Luego conectan a este un par de cables con electricidad y te achicharran.

No podía menos que escuchar boquiabierto el relato de su amiga. El término se lo había escuchado a unos pacos que asistían a clases junto con él, pero nunca, pese a la curiosidad, había pedido que le explicaran de qué se trataba. La muchacha continuó:

–Como a las cinco de la tarde me llevaron a una pieza limpia y ordenada. Miré alrededor y todo me hizo presagiar que podía ser un ablandamiento. Entraron dos hombres vestidos de civil, un chascón joven y otro cuarentón, medio pelado. ¡Me dio pánico!

Miró hacia afuera y se dio cuenta de que el tren enfilaba hacia la estación Valencia.

–¡Hum! Te falta solo una estación para bajarte. ¡Terminaré rápido!

–¡No, tranquila! Me puedo bajar en Villa Alemana. No voy apurado. Continúa.

Jacqueline retomó la historia. Ahora su tic se normalizó.

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