Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–¡Bravo! ¡Bravo! Sana y salva –rio generosamente Ramiro.

–¡Salva! Pero no sé qué tan sana –dijo con nostalgia Jaco–. Este tic nervioso es mi permanente recuerdo.

–¿Y ese mismo día nació el romance? –preguntó, ansioso.

–¡No! Dos meses después de aquella pesadilla, nos encontramos a boca de jarro en la plaza de Vallenar. Él haciendo vida de cuartel en el regimiento como oficial de enlace, y yo terminando el cuarto medio. Desde ahí, nos seguimos viendo periódicamente.

Ramiro se levantó del asiento y no pudo menos que abrazar a esta amiga poco tradicional que, extrañamente, había confiado en él en momentos tan difíciles para ellos. Su relato encajaba perfectamente en las historias de terror que se comenzaban a tejer en los últimos meses.

–¡Gracias! ¡Gracias! Por la confianza que has tenido para contarme tu drama.

–¡Todo lo contrario! Gracias a ti por escucharme tan atentamente –retribuyó la chica.

Se miraron sonrientes e intercambiaron números telefónicos. Solo el tiempo, como había dicho la muchacha, tendría la misión de levantar cenizas de la historia. Ella continuaba hasta San Pedro, y él, obligadamente, tuvo que bajarse en Villa Alemana. Cuando el tren comenzaba a moverse, Jacqueline sacó la cabeza y gritó suavemente, solo para que él escuchara:

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