Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн
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Volvió a tomar aire, ahora asomando la cabeza por la ventana.
–Yo pertenecía a la Elmo Catalán, la BEC. –Hizo una pausa y preguntó–: Sabes a que me refiero, ¿no?
Ramiro cerró los ojos afirmativamente. Por un instante pensó en Silvana Patricia, su buena amiga del nocturno. Tan despierta y vivaz, pese a sus dieciséis años. Recordó las tantas veces que él como presidente del Centro de Alumnos tuvo que llamarle la atención por asistir a clases con linchaco y con el casco de combate del partido; ella pertenecía a la BEC.
–Nunca había tenido participación activa con el grupo –prosiguió la chica–. Quiero decir atentados, actos vandálicos o algo así, solo tenía acceso a la propaganda, ¿me entiendes? Pintaba paredes y lanzaba volantes. Empecé como a los quince años, en el gobierno de la Democracia Cristiana. Cuando vino el golpe, nuestro líder regional salió arrancando para Bolivia y nosotras las mujeres que quedábamos en la sede del comando, solo atinamos a escondernos.
Un nudo en la garganta la estaba ahogando. Suspiró entrecortado y siguió con el relato: