Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн
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Por eso para Corina debía ser, en cierto modo, entretenido conversar con el hombre amado y hacer resbalar la mano por la pierna al mismo tiempo.
De pronto Ramiro Torres levantó el brazo para mirar el reloj, faltaban pocos minutos para comenzar la reunión.
–Bueno –dijo Corina, entendiendo el mensaje–, voy a ir a preparar las tazas para el café y recordarle al personal de computación que suba a las cinco.
Al levantarse del asiento, una de las alas de la abertura de su falda quedó doblada hacia arriba, dejando expuestos aquellos bellos muslos, que de seguro tenían la loca intención de dejarse tocar y abrirse a quien tuviera la delicadeza de tratarla como a una verdadera mujer.
–¡Excelente! –exclamó Ramiro–. Nuevamente gracias por tu gran ayuda.
–No ha sido nada… me siento bien haciéndolo. Además, creo que es parte de mi obligación, ¿no?
–No del todo, mujer –la regañó. Luego pasándose una mano por el cabello solicitó–: Déjame la puerta abierta, por favor, y no te olvides de avisarme cuando estos compadres vengan subiendo.