Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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La bella sonrió y asintió en silencio, coquetamente.

En la reunión se afinaron los detalles de la instalación de dos nuevos equipos computacionales y se bosquejó un programa de capacitación para el personal. Los costos de instalación, programas y entrenamiento, eran una materia que debería estudiar y evaluar la sección de Finanzas. Sin embargo, el verdadero interés y preocupación del jefe administrativo, era que su personal se pusiera rápidamente en onda informática, pues sabía que eso los llevaría a liderar la competencia con las otras empresas, a pesar de que ciertos ejecutivos longevos, no lo consideraban así todavía, pues el solo hecho de imaginarse que esta modernización los podría marginar de su actual trabajo, les producía urticaria, por lo cual se resistían al cambio. Pese a ello, el gerente general, después de haber escuchado detenidamente su exposición, como siempre objetiva, leal y convincente, había dado luz verde a la implementación del nuevo sistema.

Una vez firmados los acuerdos de capacitación, se dio por finalizado el encuentro. Ramiro recomendó que se guardaran carpetas y documentos, e invitó a los participantes a compartir un café con galletas. A partir de ese instante, la sala de reuniones se alborotó. Se olvidaron las discusiones, las diferencias financieras y los temas tradicionales de oficina se cambiaron por otros más agradables y entretenidos. Corina se desenvolvía hábilmente retirando las tazas por sobre los hombros de la gente y, luego, llenándolas con el agua hirviente del termo. Los ojos de los hombres luchaban desinhibidos por posarse en sus atributos, pero ella, que se había dado cuenta, continuaba con su labor sin nerviosismo. También sabía que a esa hora de la tarde su jefe solo tomaba té, por lo que luego de estrujar la bolsa y agregar tres cucharaditas de azúcar, se lo sirvió prestamente.

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