Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

47 страница из 138

–¿Y Eduardo... no viene por ti algunas veces? ¿O... no salen a algún lado?

La mujer, que todavía se mantenía apoyada en el marco de la puerta, murmuró algo y avanzó unos pasos.

Ramiro sirvió dos tazas de té y se sentaron en la pequeña sala. Ella no alcanzó a hilvanar una frase mínima, porque, casi sin darse cuenta, se encontró con los húmedos labios de ese hombre que también la buscaba agitadamente. De inmediato se entregó a aquello que por tanto tiempo había aguardado.

Transcurrieron cuarenta y cinco minutos de éxtasis, placer y entrega total. Ramiro había sabido controlar la situación y veía a Corina feliz porque sus expectativas de seguro no habían fallado, aunque sabía que no podría tener a ese hombre siempre y solo para ella.

A medio vestir, se enderezaron y se miraron uno al otro con aire de picardía y aventura. Ramiro parecía un verdadero espantapájaros. Mientras se abrochaba la camisa con una mano, con la otra intentaba subirse los pantalones. El pelo lo tenía revuelto y echado hacia los ojos. Su amante no lo hacía nada de mal. La falda enrollada alrededor de la cintura, desordenada y arrugada y la blusa colgándole de un hombro, mientras que el sostén, sin haber sido desabrochado, se mantenía circundando por sobre aquellos senos desnudos y erectos.

Правообладателям