Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

49 страница из 138

La azotada de piso que se había pegado Joaquín fue de verdad espectacular. En cuanto a los invitados, no habían sido muchos, solo los más amigos y casi todos empleados del mismo departamento. La excepción la constituía Ramiro, quien siempre era invitado por los muchachos, honor que se había ganado al estar constantemente al lado de ellos en las luchas sindicales, aunque no perteneciera al mismo sindicato. También, en reiteradas ocasiones les había demostrado un irrestricto apoyo en muchas de sus peticiones a la gerencia, los asesoraba en materias administrativas y con respecto a leyes sociales. Por supuesto, ello le había acarreado más de un problema con los otros jefes de áreas, o con algunos personeros sindicales que solo les gustaba revolver el gallinero con solicitudes fuera de toda órbita o simplemente hacer farra política. Perro y blando, según los ejecutivos, y arrastrado defensor de los derechos de la empresa, para los empleados conflictivos. Eran los apelativos gratuitos con los cuales él no se identificaba para nada. No obstante su gran espíritu profesional y su capacidad de negociar situaciones extremas, como por ejemplo intervenir para deponer peticiones no viables y decir no a la huelga, le permitían contar con amplio apoyo en todos los sectores y, lo más importante, en el seno de la gerencia general.

Правообладателям